martes, 20 de noviembre de 2007

HERMANOS


En estos días me he puesto nostalgicona y han venido a mi memoria los valiosísimos recuerdos de anécdotas que sólo ocurren en una familia numerosa. Chity y Feña no se “anduvieron con chicas” … y con suma prolijosidad hicieron cuatro individuos a imagen y semejanza de los genes que colaboraron (más una hermana que nos regaló la vida cuando ya no se estaban fabricando más hermanos) tan distintos entre sí como uno se puede imaginar, pero tan iguales a la vez que ni la distancia, tiempo, ni diferencias de opinión han logrado desunir.
Los ochenta fue una buena época para ser niño. Pero mala para ser adolescente. Entre lo bueno y lo malo que a cada uno nos tocó, aunábamos fuerzas para hacer de esa época, una buena época. Cada uno en lo suyo. Mi hermana gemela y yo imaginando que éramos “Sheerah” (la hermana de Heman), con una espada del poder que tenía la virtud de ser escoba- y espada mágica a la vez. Y mis hermanos siempre en su ondilla musical; guitarra, piano, (mas tarde) clarinete y flauta traversa en mano; intentando una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez…. Sacar esa melodía tan esquiva!!! Y yo… escuchando una y otra vez…. una y otra vez…. una y otra vez… la misma canción… hasta querer morir. Solo la perseverancia los convertiría en los excelentes profes de música que son hoy. Ojo, que de vez en cuando se daban breaks para sacararse a golpes en la espalda uno que otro albaricoquillo atragantado en la garganta… (¿cuántas veces se salvaron la vida el uno al otro?)

Así transcurrían los días… manguereos veraniegos (con shampoo Wellapon en la cabeza, pa aprovechar el impulso), panes con palta, lindanos, peleas a combos de mis hermanos (secreto que mi hermana y yo debíamos llevar a la tumba).
HABÍA suficiente imaginación para inventar el concurso más inverosimil: concursos de “quién come más ají”, “quién come más mostaza” “quién come un limón sin arrugarse”, concursos de aguantar la respiración, concursos de adivinar la canción soplada por la nariz (que dicho sea de paso, eran sin premio más que el propio orgullo de ser el mejor) Y para el final: lo más excitante para mí: …LLEVAR A MI HERMANA A SITUACIONES LÍMITE.
Mi impulsiva y continua obsesión por querer encerrar a mi hermana en el closet me persiguió hasta entrada la pubertad. ¿Por qué me fascinaba tanto eso?¡¡ Cuántos problemas me trajo!!. La pobre tenía la absoluta certeza (tal como yo hoy creo que Murphy vive en mi entretecho) que Drácula vivía en el closet. Muchas veces afirmó verlo. Eso no hacía más que reafirmar mi compulsivo instinto de encerrarla en el closet y enfrentarla a su terrorífica fantasía. Lo curioso de este asunto es que nunca la encerré con llave. En rigor no la encerré; la puerta siempre estuvo junta. Era cosa de estirar el brazo y abrir la puerta. Pero supongo que Drácula la detenía en tal propósito.

Gran parte de mi infancia la pasé enyesada por un problema crónico en mi tobillo izquierdo, (hasta que mis hermanos en votación unánime decidieron no jugar más a la tiña conmigo) El yeso, que duraba limpio sólo un día, me sirvió para ganar popularidad entre mis compañeros de Kinder. Hacían fila para dejarme un "recuerdo" y como no sabían escribir, cada uno usaba los recursos que tuviera. Así: corazones, flores, potos, lentes, animales, más potos, fido didos, soles y arcoiris me recordaban continuamente mi popularidad.
Pero nada me gustaba más que hacer creer a mi hermana, que de a poco yo me estaba convirtiendo en momia. Y OJO que no me podía tocar, porque si lo hacía, ella se convertiría en momia también. No sé qué la asustaba más. Si convertirse en momia o que mi mamá nos retara por eso.
Como en esa época dormíamos juntas en una cama de plaza y media, ese argumento me ayudó para dormir cómodamente mientras duraba la quinesioterapia.
Mis hermanos nos enseñaron a andar en bicicleta, a tirar escupo, a ver películas sin preguntar (aunque fuesen en inglés), a cantar, a tirar piedras, a hacer tiburones, a pegarle a los hombres en lugares dolorosos, a imitar a las nanas, y tal vez a caminar…
Mis papás (para salvaguardar nuestra integridad, frente a tanta interacción) pusieron una regla de oro: NO PELEAR. El que se atrevía a pelear tenía que hacerlo a puerta cerrada y en cine mudo (lo que a la larga daba mucha risa así que las peleas siempre funaban) de esa forma aprendimos que está bien no estar de acuerdo en todo y que a pesar de eso, uno puede seguir amándose.
Pa la vida, está bueno aplicar eso… TRANQUILOS!! Se puede no estar de acuerdo con el otro y seguir conversando. ¿maravilloso no?

Bkn que hayamos descubierto el mundo mirándonos a la cara y que la; envidia, egoísmo, chaqueterismo, prejuicios, falta de solidaridad, falta de compasión, hipocresía, doble discurso y resentimiento hayan estado lejos de nuestros concursos, manguereos y closets.
Me alegra que cada uno tenga su vida echa y que los viejos estén libres para descansar y pasar una vejez sana y SOLOS (como debe ser) sin cahuines continuos, intrigas y preocupaciones que a la larga acortan su tiempo de “exclusivo shosheo”.
Bkn que el discurso y la práctica hayan sido siempre una misma cosa!!
Genial que los fernicops (feña-chity) no se hayan hecho los bacanes en el escenario… y que así; de carne y hueso nos enseñaran sobre el amor; ese que se practica, no el que se escribe.
Y como dice la vieja canción; Hermanos… en lo bueno y en lo malo… la la la la la la la la…