jueves, 6 de octubre de 2011

Cuando cuatro meses son toda una vida

He leído en boletines y libros que un buen consejo para todas las madres es que dejen que sus hijos se duerman solitos en sus cunas para que no se acostumbren a dormir en brazos. Supongo que también es para que sean más independientes. Me parece tan razonable el argumento que trato de practicarlo y afortunadamente me resulta. Cuando estás un poco adormecido (ni completamente despierto ni completamente dormido) te dejo en tu cuna y tú terminas de dormirte ahí… buscando la posición más cómoda y yo siempre procurando que quedes de “lado y con la espaldita elevada en su justa medida”. Siempre fue así, desde que dormiste por primera vez en tu cunita cuando tenías 4 días de nacido.

Anoche, después de tu baño y tu sagradísima leche; te dormiste inmediatamente. Estabas exhausto.

Y yo… tengo que confesar que no pude seguir ningún buen consejo de ningún buen manual.

Pensé si estaría mal que te durmieras en mis brazos un “ratito” (si es que 40 minutos pueden considerarse un ratito).

Ahí figurábamos los dos, abrazaditos como buena madre y buen hijo. Me impresionó sentirte tan agarradito. Tanto, que lograba sentir tu nariz en mi cuello y tus bracitos sobre mis hombros. Cuando me alejé para ver si estabas dormido, protestaste inmediatamente: me apretaste los hombros y sumergiste tu carita. Tú también querías estar así… y así nos quedamos... Fue un momento “zen” para ambos y me emocioné.

Cerré los ojos y mi mente viajó al momento en que supimos que vendrías. Reviví la emoción del instante en que confirmamos que efectivamente estabas aquí; viviendo conmigo hace dos meses pero estabas tan calladito que no pudimos enterarnos. Me sentí orgullosa de ti por primera vez. De tu valentía, de tu fuerza y de tu vitalidad. Reviví la ansiedad de las visitas al doctor. Siempre salimos de su consulta felices, sonriendo y contando los días para tenerte aquí. No puedo no decir: Gracias Dios por eso!.

Estos cuatro meses han sido intensísimos. Antes fui muy feliz pero hoy la felicidad significa más cosas… ¿cómo explicarlo? (si una mamá lee esto va a entender)… la felicidad hoy día tiene más significados, tiene más ingredientes. Hay más cosas que hoy la provocan por eso está a la orden del día. No es un concepto efímero que viene a visitarnos de vez en cuando. Ahora es un estado permanente porque se alimenta de tu sonrisa, de tu mirada, de tus gestos, de tus cantos, de todo lo que haces…En definitiva; instalaste la felicidad en mi vida. Antes, en mi guatita y ahora aquí en mis brazos…

Después del viaje a mis emociones más profundas; las emociones de mamá (que rico!! Soy mamá!!)

al fin vuelvo y finalmente logro dejarte en tu cunita. Mientras te acomodo, noto que tu polerón dice “I waiting to play” y sonrío. ¿Cuántas cosas esperas Lucas de mi alma? En algunos meses vas a probar la comidita, en otros más vas a caminar, luego hablar etc… Hay tantas cosas lindas que te esperan en este mundo y en cada una de ellas yo iré contigo. Seremos compañeros de vida, iremos de la manito protegiéndonos y amándonos. Prometo intentar no equivocarme y hacerte el Lucas más feliz de todos. Tú no tienes que intentarlo, me haces la mamá más feliz de todas. (y que bien que todas tenemos el derecho de sentirlo!).

Felices cuatro meses hijo mío, felices meses para mí.

Siempre pasa igual

Lo invisible a los ojos siempre me persigue. Y esta manía que transforma continuamente el fondo en forma y viceversa, convierte lo invisible en visible en forma continua y permanente en el tiempo.

Y así… siempre pasa igual. En momentos me obsesiona tanto lo invisible, que con lo evidente me tropiezo, caigo y recuerdo que aquí abajo hay piedras que insistentemente encuentran la forma de ponerse justo delante de mis pies. Que las estrellas no me hacen tropezar. Lo inmediato a mis pies sí. Y súbitamente vuelvo a la realidad.
Siempre pasa igual.


Pasa de todo en estos lados…. Pasa música, pasa amor, pasa muerte, pasa enfermedad, vida, generosidad, cambios, creación, valentía... pasa todo. Y esta semana particularmente.

Pasa que te miro Gabrielita y me pregunto cuántos obstáculos sorteaste para llegar hasta aquí. Miro tu carita y veo que eres un milagro. No existe otra explicación. Todos los niños son un milagro; no tengo duda. Cuando lloras pongo tu boca en mi oído, para oírte así, bien fuerte y recordar que llegaste, que estás viva. Que tienes pulmones fuertes y un timbre que se forma, igual que tú. Que lloras para hablarnos, y que así, todo es como debe ser.

Pasa que te miro hermana y veo que has sido valiente, que siempre te imaginé así pero me sorprende que la realidad se las ingenie continuamente para superar mi ávida imaginación. A través de ti veo cómo las mujeres cambian, cómo crecen… me impresiona. Cómo se desplazan a sí mismas por amor y que éste es un acto tan inconsciente que se vuelve adorablemente imperceptible. Solo lo percibimos aquellos que las rodeamos. La naturalidad de este cambio me conmueve. Y me conmueve más pensar en que yo cambie así algún día y tal como tú…. No lo note jamás.

Pasa la muerte que nos detiene. Pasa por nuestro lado y nos recuerda que existe, que es parte de esto, de la vida, del todo. Pasa que te extraño Memo… que fue tu cumpleaños y tuve el impulso de llamarte y siempre pienso que estás aquí, te veo aparecer en la puerta, te veo en el café diciéndome que algún día voy a entender por qué pasan todas las cosas, te veo pidiéndome que te prometa que cuando eso pase, te recuerde. Y créeme… así será.
Pasa la enfermedad como una estela que irrumpe, que se impone intransigente por sobre todo, así… sin aviso para decirnos que somos frágiles a la muerte. Que somos frágiles a la vida. Que es justo la fragilidad la que nos hace humanos, tan humanos como el miedo. Ese miedo que has rehuido Susanita. Ese miedo que teme enfrentarse a tu valentía… a tu fe. Te recuerdo alentándome con fuerza, con tus ojos cansados, con tu cuerpo enfermo y tu mente tal vez, en mil lugares. Alentándome, abrazándome. Regalándome un poco del torrente de fuerza que siempre te acompaña. Y tu sonrisa que siempre nos recuerda que no hay nada imposible… porque cuando me miras así compasiva y me dices “amiga” recuerdo que todo en este mundo puede ser. TODO sin excepción.

Pasan los cambios y las decisiones. No termino de preguntarme cuál será la última decisión que tome… en qué momento de la vida es cuando se dejan de tomar decisiones.
Así mismo, con los cambios. Ahora que estoy frente a uno inminente, mezclo voluntariamente, la nostalgia y la curiosidad. El giro ágil de mis ojos desde lo que se deja hacia lo que se enfrenta, y viceversa. Lo que he visto y lo que veré en disputa permanente por el protagonismo en este aprendizaje.

Pasan tes con cedrón, caminatas, estrellas fugaces y conversaciones sin fin. A falta de fines nos sobran inicios. Nos perdemos, nos reímos y retomamos una y otra vez. Vienen y llenan nuestras horas de alegría y pensamientos. Pasan tus ojos que me dan paz, pasa tu corazón que me dice “Estoy”. Pasa la música y la proyección. Los sueños y los planes... El rincón de la fantasía que lucha permanentemente con la realidad y que a ratos se confunde y se queda aquí, firme defendiendo su existencia a pesar de nuestra incredulidad. Pasan miradas cómplices que se dicen sin tapujo todo lo que quieren en la forma más honesta que encuentran, habiendo multitud o soledad; sol o tormenta. Porque aunque de tormenta hemos sabido en la vida, el sol se nos regaló un buen día y nunca más quiso irse. Tampoco quisimos pedirle que se fuera…
Y sabes qué? las estrellas siguen ahí… guardando quién sabe qué más secretos.

Pasas tu Dios y te quedas… ¿qué difícil ha sido todo no?. Nos ha costado acostumbrarnos… Siendo justa… más a mí. Pero viniste y te quedaste. Porque me miras compasivo y porque tal como a los seis años, me sigue gustando hacerte reír. Sólo tú y yo sabemos cuánto me ha costado llegar a este punto, y eso crea una agradable complicidad. Han cambiado las formas, ha cambiado todo en realidad. A pesar de eso y un millón de cosas más, mi corazón sigue estando en el lugar donde lo dejaste y si… sigue siendo tuyo. Nunca he aspirado a entender todo lo que haces y sabes que siempre prefiero pensar que tienes muy buenas razones para hacerlo. A pesar del tiempo, la distancia y las circunstancias no puedo dejar de buscar tus ojos, (o tu mirada, no sé bien) cierro los míos y te visualizo sonriendo (nunca dejó de ser un ejercicio recurrente) No te vayas… sabes que puedes quedarte aquí, las veces y el tiempo que quieras.

Como dije, lo invisible se materializa constantemente volviéndose tan evidente que me confunde. En el proceso, me paro, camino y avanzo un poquito.
Y súbitamente vuelvo a la realidad.
Siempre pasa igual.