lunes, 17 de diciembre de 2007

"DEJA VÚ"


Hay algo que sucede más seguido de lo quisieramos...

No hay nada más vergonzoso que salir de una tienda y que ese “Bip” acusador suene a nuestras espaldas…. Con el consecuente grito del guardia de turno:
“Señorita vuelvaaaa!!”.

Como si fuera poco, semejante espectáculo siempre tiene un público ávido de acción. Y no los juzgo. A veces la tarea de “comprar” no es tan placentera como parece y ante tal montaje teatral, es bueno distraer un poco el cerebro, antes de tomar una buena decisión.

En el mejor de los casos, aquel “bip” puede denunciar un robo. Y hasta ahí, me parece justo. La reacción de un ladrón ante el sonido acusador sería, correr.
El guardia tendría que seguirlo y todos los que quedamos adentro podríamos robar tranquilos, pues no seremos foco de atención en los minutos siguientes.

Pero eso no lo haremos, porque no somos “RATEROS”.
…Además, esa lección la aprendí a los cinco años, después de robarle a la señora del negocio de la esquina, un chicle “dos en uno” sabor plátano. El desenlace de tal suceso fue tan vergonzoso que resultó pedagógicamente eficaz. En momentos como ése, agradecí tener una sabia madre profesora que en vez de agarrarme a “shushás”, Me dio la lección más EFECTIVAMENTE aprendida hasta entonces.

Pero lo que sucede más habitualmente, y muy a mi pesar, es lo contrario.
Resuena en el alma, el “bip” vergonzoso de llevar un artículo con el dispositivo de seguridad puesto.

YO PREGUNTO: ¿Es nuestra culpa?


En esto quiero detenerme y analizar las cuatro reacciones implícitas en tal situación:

Primero

EL OFENDIDO: Es decir, YO.
Un Viernes por la tarde decido que es tiempo de comprar ropa. Para tal efecto, prefiero tomarme mi tiempo y de preferencia, hacerlo sola. Sencillamente, éste no puede ser un evento social, es decir, ni amigas, ni amigos, ni hermanos, ni hermanas ni esposo. Más de alguno se ofreció cortésmente pero después de los primeros 45 minutos vieron claramente frustrada su buena intención. De ahí en más… no volví a tener compañía.

Esta práctica es muy inusual en mí. Y no porque no me guste tener ropa nueva. La razón es tan simple como doméstica. Primero; No tengo paciencia. Segundo; Tengo claustrofobia (controlada, nada muy escandaloso) y Tercero; Siempre pienso que hay algo más importante que comprar.
Me detengo en este punto, sólo para mencionar que me complace mucho más comprar ropa para mi esposo y “artículos para el hogar” que comprar para mí.

No. No es necesario suspiros con acento compasivo…
Sólo lo anoto, para poner énfasis en que las posibilidades de que suene ese “bip”, en mi caso, aumentan por compras a “terceros” más que para mí misma.

Retomo…


Segundo
EL CULPABLE; Es decir, EL VENDEDOR
En honor a la verdad, el primer perjudicado aquí es él. Veamos…

El primer contacto con este sujeto viene después de la frase “¿Quiere ver algo?”
De ahí en adelante, la relación por lo general es cortes.

Su responsabilidad es; recibir, sonreír, aclarar, ofrecer, colaborar, vender, calcular, negociar y finalmente… Quitar la etiqueta de seguridad.
¿Para qué? Para que al salir no suene el dispositivo y así quede claro que uno compró honradamente, como buen y honesto ciudadano.
.
Buscando la raíz más profunda, pienso que las ocho primeras tareas que enumeré, tienen directa relación con su Función. Fíjense ustedes. Sobre todo aquello reciben instrucción. Pero en la novena tarea; la que nos concierne, la que nos puede honrar o avergonzar...
¿se hace hincapié? ¿Se les dice habitualmente: “Recuerden sacar el dispositivo de seguridad… SI NO, HARÁN MUY MAL!??.

NO MIS ESTIMADOS LECTORES.... EL énfasis radica SOLO en la venta propiamente tal.

Señoras y Señores, hemos conocido hoy; una nueva forma de egoísmo.

Pues bien, si el “error” es de él. Entonces EL es el principal perjudicado.
No olvidemos que EL es quien trabaja ahí…. NO nosotros…


Tercero

EL PÚBLICO; Es decir, LOS DEMÁS COMPRADORES

Cuando entré a la tienda, lo hice junto con una agradable Dama. Como estábamos comprando en la misma sección, nos topamos algunas veces.
Después de estar muchas horas en el mismo lugar, empieza a nacer cierta familiaridad con el entorno. Lo que provoca que uno sonría cordialmente y esboce comentarios como “¡ohh no hay de esta talla!”, “¡Que lindo color!, ¿dónde lo encontró?” “Está barato ah??”.
En fin… esto sin duda, crea cercanía. Algo de familiaridad, insistiría yo.

Pero al salir de la tienda. Ocurre lo que no debería.
Suena el “Bip” que dicho sea de paso, no es tan sólo “BIP”… es: bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip por siempre…

La reacción del público es…
¿cuál creen ustedes?.

Detener todas sus funciones compulsivas y observar con mirada ávida de acción.
Todos sin excepción, hasta mi accidental compañera, me miraron con cara de acusación. Yo miré al guardia, él me miró a mí… habría sido fantástico que sonara la canción de Silvio Rodríguez (final de teleserie), nos abrazáramos y cayeran pétalos del cielo.
Pero NO. Con cara de circunstancia me detiene, mientras mi “otrora” amigable extraña me observa con cara de análisis a la vez que retrocede como si estuviese en presencia del mismísimo Abimael Guzmán. (tarea para la casa amiguitos)

Cuarto

EL QUE RESUELVE EL CONFLICTO: Es decir, el GUARDIA DE SEGURIDAD

En este episodio puntual, tengo que reconocer que el sujeto fue amable. (no como suelen ser). Ante mi cara de desconcierto, él sólo sonrió (por eso mi subconsciente escuchó a Silvio Rodríguez) y me dijo “déjeme ver sus bolsas”.

Mientras él revisaba mis bolsas, viajé al pasado.
Por una extraña razón, ese momento me estaba resultando familiar. Claro, fue lo mismo que sentí cuando en segundo medio, se realizó la “operación limpieza”. El rector del colegio oyó el rumor de que alguien estaba comercializando droga en el 2do “A”.

Todos debimos abrir nuestras mochilas mientras un rector mitad-furioso mitad-nervioso revisaba una a una nuestras pertenencias. Para mi pesar, (porque Murphy ya me acompañaba en aquella época) me requisaron un personal Cd y algunos discos de ensayo (me iba de gira en algunas semanas)…

Eso no fue lo peor.


LO TRISTE ES QUE….

Sí encontraron droga….

¿dónde?




En el bolso de mi mejor amiga…

OCURRIÓ ASÍ.
Después de quitarme mi material de ensayo; el rector siguió con el bolso de mi mejor amiga (quien por supuesto se sentaba a mi lado)
Yo distraídamente y un poco aburrida del silencio y la formalidad, miré por la ventana.
Cuando de pronto escuché “Perdóname Vero…”

Miro y el panorama fue tan desolador que en mi vida (y eso que han seguido pasando sucesos emocionantes) he podido olvidarlo.

- El rector con unos pitos en la mano mirando fijo a mi amiga.
- Mi amiga llorando mirándome a mí.
- Mis compañeras tapándose la cara con ambas manos y mi profesora desplomada sobre su silla...

En ese instante y aunque nadie me creyó, mi corazón se detuvo un segundo. No alcancé a decir nada. Se la llevaron y nunca la volví a ver. Luego supe que pertenecía a una familia de narcotraficantes encubiertos.

Estuve muchas veces en esa casa, conocí sus papás, hermanos, amigos, novio.
Ella a los míos y NUNCA pudo decirme su verdad. Tal vez porque sabía que yo nunca entendería o tal vez por no arriesgar su último atisbo de “vida normal”.

Todo esto volvió en forma tan nítida a mi mente, que no pude reírme de los chistes del guardia. No contesté a la disculpa del vendedor ni menos a la mirada de la gente. En mis ojos sólo tenía el rostro de aquella primera “mejor amiga” y no pude dejar de preguntarme qué sería de ella…

VAYA NOMÁS SEÑORITA!!

SEÑORITA?

“Ahh si, sí. Disculpe “ ¿Ahora sí puedo salir?.

SALGA NOMÁS DAMA… QUE TENGA BUENAS TARDES!!.

Yo salí con mi cabeza abajo.
La vergüenza del incidente había quedado muy atrás. El recuerdo tan claro de aquel día de colegio se vino a mí como un espíritu inspirador. Caminé una cuadra mirando mis zapatos…. Siempre lo hago, sé que no es una costumbre muy segura pero cuando quiero pensar en algo miro mis pies, porque la gente, el bullicio y el color del entorno me desconcentran.

Pensé en lo que me costó reponerme de eso. Pensé en el sermón de mis papás sobre la prudencia en elegir amigos (inútil ya), pensé en las veces que la vi llorar sin razón aparente.

Inmersa en un mar de pensamientos y conjeturas escucho casi en mi frente una voz que dice…

“Levante la cara mijita rica”… Levanto la vista sonriendo pensando que es alguien conocido (que mala costumbre la mía!!!... mis hermanos y primos tienen la culpa; el “tirón de bolso” y frases desconcertantes fue su forma habitual de saludo callejero)

Y no. Es un desconocido que sin querer, me sacó de mis reflexiones y en un segundo borró de mi mente la imagen de mi fugitiva amiga. No sé qué fue más odiosamente invasivo: el antiguo despojo de mi personal Cd o que este tipo me robara mis pensamientos.


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Creo que después de todo… hice una buena elección.
¿de ropa? ¿de amiga?...
de ambas…

La ropa tuvo la entusiasta aprobación de Roberto (lo que siempre es muy reconfortante para mí)

…y mi amiga… aunque no tuvo la aprobación de nadie, puso a funcionar POR PRIMERA VEZ mi BIP cardíaco de la compasión, de la empatía y del perdón…